No Señoría, yo no robe
todas esas llaves que me encontraron en mi mochila, estaban en mi buzón,
alguien las puso allí, incluso algún vecino me ha contado que entraron por si
mismas como si tuvieran vida.
Ignoro, Señoría, de
que casas son las puertas que abren esas llaves, ni siquiera si abren la mía,
pues nunca he tenido interés en probarlo; desde que me mudé a esa casa utilizo
la llave que yo mismo elegí, es suave en el giro, se acopla bien a mi bolsillo
y la he tomado mucho cariño, por eso sigo usando la misma para entrar a mi
hogar.
Admito, Señoría, que
aunque no tengo interés en abrir ningún inmueble con esas otras llaves, las suelo
utilizar para abrir algunos cajones a los que no tenía acceso y en los que
suelo encontrar cosas interesantes que me enriquecen personalmente, pero eso no
creo que debiera estar contemplado en el código penal como delito, pues me
reitero en mi declaración negando que yo las haya robado, no sentía esa
necesidad, yo ya tenía la llave que quería, pues es en esa casa donde siempre
encontré las cosas más motivadoras e interesantes.
Por eso, Señoría, no
sólo considero excesiva su condena, sino que considero equivocada la decisión
de llevarme a juicio.
No obstante, Señoría,
acato su decisión, y tan sólo suplico que me permita conservar esa llave, mi
llave, la que quiero, por si algún día recibo la noticia de haber sido
indultado y puedo volver a hacer uso de ella, pues siempre me he sentido la
persona más feliz del mundo habitando en ese lugar.
Atentamente: “El reo
loco”.
(Tano)
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