martes, 30 de agosto de 2011

TRISTE ADIOS A LA BRUMA




 Una entrañable y seductora bruma
me hizo olvidar tu silueta,
que durante años fue compañera leal,
amenazante, refrescante y coqueta.

 Te fui infiel con la nueva ilusión,
olvidé tu perenne presencia,
la que duele dando calma a mi alma
restando importancia a las cosas concretas,
y sedando mis ideas violentas.

 Anoche un viento barrió la bruma
dejando a la vista tu cuerpo de diosa
que me despreocupa de otras cosas,
que me hace ansiar el cálido tacto
de tu gélido aliento vigilando mis pasos,
que me hace sentir atracción
por vivir tu último zarpazo.

 Anoche , mi querida Parca,
te sentí de nuevo a mi vera,
y si ahora algo tengo claro
en mi sucia y podrida cabeza,
es que, si mi bruma no vuelve,
serás para siempre jamás
mi hermosa y fatal compañera.

…pero…espera un poco…que aún…espero…..

HELADO Y MARMOL



 
 A él le perdían el güisqui, la cerveza y cualquier cosa que le permitiera aspirar humo, cualquier tipo de humo. A ella también.
 A él le volvía loco el helado, de cualquier sabor, aunque tuviera debilidad por el de chocolate. Lo cierto es que los chocolates habían sido una presencia fiel durante toda su vida. Ella compartía lo de los chocolates, pero algo menos lo de los helados.
 A él le encantaba cubrir con helado el cuerpo de ella para después ir recogiendo con su lengua y con sus labios las gotas que chorreaban del dulce al derretirse. A ella se le nublaban los sentidos cuando él lo hacía.
 No era la primera vez que paseaban por aquellos montes que rodeaban la pequeña aldea de Monteliso, aunque en esta ocasión decidieron tomar un camino por el que nunca habían ido antes. Estaba sembrado de guijarros y pasaba junto al minúsculo cementerio. Debido a que él se había olvidado de ponerse el calzado adecuado para caminar tenía los pies doloridos, por lo que decidieron parar unos momentos para recuperarse. Fue entonces cuando ella le dijo:

 -Tino, ya sabes que adoro el arte. Es posible que ese pequeño cementerio contenga cosas bellas, y el candado esta abierto, ¡vamos a entrar, venga!.
 -De acuerdo, mi reina, contestó él.

 Dentro del recinto tan sólo había una docena de tumbas de las cuales cinco acogían a varones, de los que cuatro llevaban el nombre de Florentino.

 -Pili, vámonos que a mi esto me esta dando mal rollo.
 -Tienes razón, mucho tocayo tuyo hay por aquí.

 Salieron de allí y entre risas emprendieron el camino de regreso a la aldea.

 -Cariño, ¿has conocido mucho Florentino por aquí?.
 -Que va, Tino, el único que conozco eres tú.
 -¡Hay que joderse, será que por aquí solo se mueren los Florentinos!.
 -Vamos, tira, que esta tarde tenemos que ir de compras a Palomar.

 Habían finalizado las compras en Palomar, pueblo más grande y centro administrativo de la zona, y se dirigieron a dar un paseo por la plaza de la localidad cuando él soltó:

 -Mira, Pili, una fiambrera, ¡coño, parece que la cosa va hoy de muertos!.

 El coche fúnebre pasó junto a ellos seguido por la comitiva que caminaba hacia la iglesia.

 
 -Mi vida, ¿te imaginas que el fiambre se llamara Florentino?.
 -Jajaja, sería la ostia, coleguita. Mira, en aquel escaparate han puesto una esquela, vamos a ver cómo se llamaba.

 Como es de imaginar, el nombre de aquél que acababa de dejar de fumar era Florentino.

 -Jajaja, ¡me cago en su puta calavera!, ¡esto es pa descoliflorarse ya del tó!.
 -Esta visto que te quedan dos afeitados, cielo. Aquí los Florentinos son carne de cañón.

 Subieron al coche para volver a la aldea y el breve camino fue todo un carnaval de risas.
 Pocos días después caminaba ella por los soportales cuando oyó una voz femenina que la llamaba:

 -¡Piliiiii!. Hola, cariño, ¿Cómo estás? no es por entrometerme, pero deberías ser un poco más cuidadosa, la gente está rumoreando mucho.
 -¿Por qué?.
 -No les parece bien que habiendo muerto Tino hace sólo cuatro días se te vea tan a menudo paseando por la plaza y con esa cara tan risueña.
 -Por ser tú, te contaré el motivo: todos los días visito, mañana y tarde, la tumba de Tino. Le llevo las cosas que le gustan y paso un buen rato con él. Ya ves, sólo hago eso y me llena de alegría.
 -Bueno, chica, si tú lo dices, en fin, adiós, me voy que me espera Paco.

 La amiga se pasó toda la noche intrigada por la confesión de Pili, por lo que decidió hacer guardia en el cementerio para ver qué ocurría allí.
 Efectivamente, a los pocos minutos de espera Pili apareció. Llevaba una bolsa de plástico transparente con una botella de Ballantines, varios botes de cerveza rubia y negra, algunos paquetes de Marlboro y un tetrabrick repleto de helado de varios sabores, aunque predominaba el chocolate.
 Para no ser vista, la amiga esperó fuera pacientemente, hasta que después de un par de horas vio cómo Pili salía con la botella y los botes vacíos, unos cuantos paquetes de tabaco arrugados y el tetrabrick sin una sola gota de helado. Se le notaba al caminar que iba muy colocada, pero su cara estaba iluminada y feliz como no había visto jamás la cara de nadie. Aquella era la carita de una mujer absolutamente plena y satisfecha, a pesar de la enorme borrachera que se gastaba. Lo único que su amiga no podía apreciar eran los aromas de chocolate, nata y vainilla que emanaban de su piel.
 Cuando se marchó, la amiga entró en el cementerio y se dirigió a la tumba de Tino.
 Sobre la piedra quedaba abundante ceniza procedente de los cigarros, y se distinguían claramente manchas producidas por la cerveza y el güisqui derramados, pero, misteriosamente, resultó absolutamente imposible encontrar por ningún lado una mínima marca de helado derretido.

 Del pecho de la amiga se escapó una frase: “¡Siempre la quiso mucho!”.

LA CARNALÍSIMA TRINIDAD




 La blanca antivirgen se levanta
de la cama como ágil y veloz pantera,
se alivia, se ducha y se ondula el pelo
mientras engulle un café con magdalenas.

 La castiza diablesa sale a la calle
sin confundir piedra con asfalto ni limo con acera,
no tan cristianos vientos la obligaron a escoger,
y escogió fuego por adentro y frío por afuera.

 La bella asesina ha visto sangre correr
como torrentes detrás de sus caderas,
para al final conformarse con horchata,
eso sí, dulce y de chufa verdadera.

 Hay una blanca antivirgen que me descontrola
mientras la diablesa me aloca la mollera
y la bella asesina dispara su pistola.
¡¡ Ay, si se funden en una, que bello lo que me espera !!

LA PIEL DEL VIENTO




Irreductibles pavesas de aquellos polvos
aún se deslizan pendiente abajo
para perseguir la estela de una locura
que al norte apuntó de un giro endemoniado,
sin boceto ni esquema, sin controles ni atajo.

 No llovían primaveras en verano
ni las hojas caían cuando el sol,
despistado, se asomaba desde el norte
al balcón del desamparo, a la azotea
donde duerme la noche cuando es de noche.

 Los destellos plateados de aquel mar de insectos
se disfrazaban de corazones de humo
que atravesaban charcos con garras blancas
para deshacer las defensas de la vieja fortaleza
compartiendo halagos y brillantes esferas aladas.

martes, 23 de agosto de 2011

DE ACUERDO




 De acuerdo en que la distancia enfría los problemas,
y más si el observatorio es acogedor,
sin esperarlo se te cambian los sistemas
y notas que nunca te sentiste mejor.

 Los humos prohibidos ya no provocan llantos,
ni retortijones, ni vuelta a la razón,
arrancan risas y loco agitar de manos,
dulce ocaso de ojos y aromas de pasión.

 De acuerdo en que no todo en el monte es orégano
y se apila la miseria a mi alrededor,
que en el horizonte acechan nubes de ébano
y que al parecer las cosas irán a peor.

 Me pretende la muerte desde que recuerdo,
asida a mi brazo con sereno tesón,
vuelven las pesadillas y los viejos miedos,
¡ que jodido final, con lo bien que empezó ¡.

FUMATA BLANCA




Despedida a pie de vía,
viejo aroma de estación
que enfría lo que no ardía,
distorsiona melodías
y avala la reflexión.

 Mal vistiendo oleos desnudos
avanza la comitiva
con guardias bellos y rudos
constatando que esos bulos   
son verdades y están vivas.

 Salvan almas con soltura
y no les frenan los muros,
de sermones nos saturan,
sentencian contra natura
trazando planes oscuros.

 En su paso por la tierra
no anhelan riqueza alguna,
pues tienen las panzas llenas,
administran bien las guerras
y ni respetan las cunas.

LOCO BUCLE




¡Joder, el espacio-tiempo!,
si un año se hace un segundo
¿por qué un segundo es eterno?.

 Me giro para toser
Y, cuando vuelvo la vista,
felipazo contra el suelo,
esto no hay quien lo resista.

 Aun no ha nacido la lista que me la líe otra vez,
me juro siempre que pasa,
pero si salgo de casa y derroto a la timidez,
vuelvo a los mismos jardines,
y no hace falta que nazca pues es la misma mujer,
que, no se como lo hace,
pero siempre que le place se vuelve a cambiar de piel,
y vuelve a volverme loco,
y mi corazón renace,
y otra vez trago el anzuelo igual que si fuera un pez.

 Yo me vuelvo a la botella pa ver si me olvido de ella,
pero no me queda un duro,
no tengo pa un escocés
así que, por esta vez, tendré que pegarle al tinto,
y encima, pobre de mi,
no me llega ni pa un rioja y tendrá que ser tetrabrik,
y, con un poco de suerte,
me encuentro algún coleguita
y le pillo una chinita para liarme un porrete.

 Más, ¿sabéis que os digo hermanos?,
que la quiero con locura y que no la quiero perder,
que por ella mataría y me jugaría la vida,
que al abrazarla dormida soy el hombre más feliz,
que aunque casi todo el tiempo me suela tocar sufrir
no puedo olvidar su olor,
y que miel es para mi
el sabor de su sudor.

miércoles, 17 de agosto de 2011

SONETO DE VERANO




Del astro rey nos llega un viento helado
que barre los restos de oscuras tardes,
dormita el calor tras siete candados
y todos huyendo como cobardes.


 Lista la escena para, sin alardes,
dejar rienda suelta al sentir postrero
de aquellos ratos de torpes alardes
sin mares cercanos, monte de enero.
 

 Loco verano con luz de febrero
que deja entrever el alma otoñal
de un amargo corazón traicionero.
 

 Queda esperar un invierno certero
que, de un portazo, de punto final
a este mar de dudas tan trapacero.

CEGUERA




 Perdemos la perspectiva
cuando no queremos ver
lo bonito, lo más bueno, lo que importa de verdad.
 Se nos vicia la mirada
y dañamos sin querer
nuestro corazón y también aquel que tanto nos ama.
 Nos gana la paranoia
que no nos deja apreciar
aquel beso en los acais, aquel sincero abrazar.
 Destrozamos los momentos
de aquellas tardes de paz
cuando nuestra mente loca agranda una nimiedad.
 Nos creemos que lo amado
nos pierde la lealtad
y todo lo percibido se nos figura pecado.
 ¡ Que difícil camaradas
que nos lleguen a creer
cuando en el alma ya pesan traiciones nunca olvidadas !.

SINFONIA




Sinfonía de besos bajo el arco iris de piedra
sonando en los tímpanos y en los adentros,
un solo final para dos quimeras,
una sola boca para dos hambrientos
que acaban de arriar sus velas
para abrazar nuevos vientos.

 Bajo la humilde lámpara baila la Vida
vigilada de cerca por los ojos felinos
de la tigresa que todo lo mira
buscando el origen del estallido
de la evasión adictiva,
de un ritual desmedido.

 Males sanados con pedos de lobo,
flor de otoño en tarde de verano,
posesión exclusiva de la esencia del todo,
al rozar el cielo se abrasan las manos,
constelaciones oscuras
en un firmamento claro.

EL INFIERNO PUEDE ESPERAR




 Un viejo y casi tétrico baúl de madera de color indefinido escolta el costado derecho de la puerta que da acceso al averno. A la izquierda, una mesa vieja y pequeña contempla asombrada las llamaradas que lanza la silla que la complementa. Llamaradas de tela y madera que son lo más parecido a lo “ya vivido” de cuanto objeto se ubica en la estancia.
 Su fachada, de viejo ladrillo ennegrecido, simula estar viva haciéndose rodear de cornamentas que en su día fueron trofeos de caza, de retratos entrañables y de copas de vidrio que brindaron por algún suceso feliz.
 La sala, siempre en penumbra, es lugar de paso para las almas que van hacinándose alrededor de la puerta metálica esperando su turno para adentrarse definitivamente en él, que con las lenguas vengativas de su fuego acaba con los últimos vestigios de vida que aún quedan.
 En esa antesala todavía queda sitio para el amor, para el sufrimiento y para la soledad, para la euforia y los besos empapados. Ahí moramos nosotros, dos cuerpos, dos corazones, dos almas que, a fuerza de sentir los gritos lastimeros y de oler el tufo a carne y sangre quemadas, no solo hemos dejado de temer el momento de abrasarnos en lo más acogedor de esas ascuas, sino que incluso hemos sido capaces de llegar a disfrutar morbosamente de nuestro perenne equilibrio sobre tan mortífero filo de navaja.
 Y mientras esperamos el momento del arrastre, intentamos hacer faena, y las salivas salpican hasta el suelo, los ojos brillan hasta cegarse, las voces se entrecortan, las manos se antojan pequeñas, las pieles arañan de puro suaves y las lenguas, desde su fracasado intento de ser válvulas de surtidores, se enredan en un indescifrable nudo que las hace alcanzar tal grado de locura que no contemplan  la extenuación.
 Entonces es cuando hablamos…solo un poco…hablamos:
 -Algún día tendremos que entrar.
 -Lo sé.
 -¿Quieres que lo hagamos ahora?.
 -No tengo prisa.
 -Yo tampoco.
 Y el fúnebre desfile continúa monótono ante nuestros mojados y divertidos rostros.