Las pardas rocas escupen espuma,
frontera blanca del azul profundo,
mientras la brisa que borra la bruma
seca las arenas con su beso mudo.
Arenas limpias que aguardan calmas
al negro frescor y abrazar el alba.
Lejos, escoltando a una luna llena,
dos tonos de azul se funden prendados;
Atrayente horizonte ante el que ondean
oscuras siluetas de viejos barcos.
Ocaso dulce que calma las almas
de buenas gentes y de gentes malas.
Hay un aroma que del monte viene,
otro llega de la marisma blanca;
Uno de olivos de melena verde,
otro, más liviano, de la pinada.
Perfumes vivos que a deshoras llaman;
Mas yo me quedo con ella en la playa.
Bailando lindos sus pies por la orilla,
salpicando de sal las bellas piernas;
El albo vestido de seda fina
se ciñe seductor a sus caderas.
¡ Como se convierte mi invierno al verla
en un aire tibio de primavera ¡.
Que hermoso seria tenerla a ella
si ese muro negro lo permitiera;
Pero es imposible hallar la manera
de que las distancias desaparezcan.
Vivir siempre unidos junto a la playa;
su aliento suave besando mi cara.
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