Esos luceros de caída lánguida,
esa mirada imposible de aguantar,
esa sonrisa que apacigua la paz,
esas mejillas de muñeca cálida.
Ese suspiro de mujer fatal
libera alientos de aroma a limón,
dos dulces de leche esos pechos son
cuando en sueños su cuerpo me asalta.
Causas sagradas de mi redención
las ardientes palabras de sus cartas
que han randado el alma a mi corazón.
Consiguen que la camisa me parta
su aura abrigándome al amanecer
y esos dardos tiernos que ella me ensarta.
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