Las calles me bailaban al volver
de esa noche larga de borrachera
pisando torpemente las aceras;
Mi luna se acababa de esconder.
Dolida por mi forma de roncar
la cama, sin dudarlo, me tiró,
pero esta vez la suerte se me alió
y el golpe me logró despabilar.
Tanto el susto me había despejado
que, “lúcido”, parí una reflexión
tras sentir mis dolores aliviados:
Ya que el trompazo no ha sido letal,
al menos de esta forma me he librado
de pisarme yo mismo al despertar.
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