viernes, 28 de octubre de 2011

EL TRAJE





 Ávido y viejo el raudo corazón
no puede alcanzar a la tortuga,
No puede ofrecerle su vestido
brillante como alamar de torero,
soñado para refrescar su cuerpo
si en verano se abrasa bajo el sol,
y en invierno
hacer fuego de su aliento
y que el ascua de su boca
dé calor.

 El siervo se arrancó la piel a tiras,
morados son sus labios
por mordidas que a si mismo
se dio sin compasión
mientras su ser,
loco de calentura,
se cagó en las “verdades” de Zenón.

 La tortuga,
coqueta,
dejábase alcanzar
por la lengua amenazante
asomada a una boca salivante
prendada de la vulva del reptil,
cambiar su vulgar lamido lerdo
por su fuente,
y beberse su sabor,
y gozar los aromas
de su cuerpo.

 Cuando al fin
se produjo aquel encuentro
nada ni nadie pudo separarlos,
bocas salvajes,
dedos con ventosas,
pieles fundidas,
sexos derretidos,
corazones en un solo latido
que acompasaba a golpes un gemido,
mientras sus labios, ávidos, tejían,
sus entrañas vomitaban saliva,
así nunca faltarían
amorosos trajes en el nido.

2 comentarios:

Alma V dijo...

La naturaleza caprichosa y tu tono irreverente retratan con gran tino la posibilidad latente en el instinto animal. En el humano, igual lo hizo G. Caín -Cabrera Infante- con aquel relato trágico y hermoso "La voz de la tortuga"...
Un besote, mi Tano!

Tano dijo...

Mi cuatachita ALMA: lo cierto es que cuando agarré el bolígrafo para escribir esto la idea que tenia era describir algo mucho más sencillo, por lo que decidí hacer la locura de empezar con algo que no tuviera nada que ver para retorcerlo hasta que enlazara con la idea original. Demasiado raro y quizá el resultado no es el que más me ha gustado de lo que he escrito, pero me divertí muchísimo

Mil gracias y besazo enorme, corazón.