Nunca me creíste;
no te diste
cuenta de que tu desconfianza
no sólo
malinterpretaba mis sentimientos,
sino que
minusvaloraba tu mágica capacidad
para hacerme
apreciar el amor y la belleza
… y para rescatar
aquel ente moribundo
del cepo de la
desidia,
del alquitrán
de la autodestrucción,
del desapego
por la vida;
de aquella
antesala del infierno
en la que
habitaba
y de la que dejé
la puerta abierta
por si tocaba
regresar.
Y ahora toca.
(Tano)
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