Los dioses se despeñan
por los guijarros de sus propias injusticias.
Todos los ídolos tienen pies de barro
y todas las canciones son mentiras
para quienes dejarnos engañar es sentido de vida.
Los mecenas que patrocinan músicos y galerías
son los mismos que pagan mercenarios
para que asesinen indigentes en las calles
y repriman los llantos de la sociedad más miserable.
Los colores, tan sólo camuflajes de la realidad.
Las fronteras, muros para catetismos cerriles.
Las banderas, pedazos de trapo,
señuelos baratos para que las masas alienadas
subvencionen sin rechistar las adicciones de sus amos.
Triunfadores sociales de medio pelo,
pandilla de elatos ignorantes.
Si la crueldad y la avaricia no tienen fronteras
… el amor tampoco debería tenerlas,
pero no, no queremos compensar.
Esta bien,
moriremos orgullosos de hacerlo por una causa justa,
por dioses que nunca nos invitaron a cenar,
por pedazos de terreno patrio que nunca fueron nuestros
(al parecer, cuando dios hizo el mundo ya tenía decididos
los títulos de propiedad de cada época),
por líderes que ni saben nuestro nombre
ni acudirán a nuestro velatorio, si lo tenemos.
Moriremos por la puta que mejor finge, la menos escrupulosa
… la realidad,
la única meretriz.
(Tano) 3.3.15
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