Ha sido visto y no visto
el paso de la mirada y el piropo ahogado
al revoltijo de lenguas y manos
amparados por la oscuridad del mediodía.
Delirante el salto del vehículo acuático
de funcionamiento no contaminante
al auto aparcado junto al barranco
donde se celebra el banquete de indigentes.
Tu extraño juego de escondidas
en el parque abandonado
seguido de tus sospechas sobre mi oficio
después de que tu lengua cuente uno a uno
el raquítico número de molares en mi boca.
Ni odontólogo ni abogado
como aquel con quien me habías confundido
y que un día comió en tu casa
contigo, con tu marido y con tus niños.
Ignoro en que terminará
este alocado y peligroso encuentro,
pero todo en tus jadeos y risas nerviosas
hace sospechar que antes del desenlace
habrá litros de sudor
e ingentes cantidades de saliva.
Quizá después venga la sangre,
pero en peores plazas he cortado trofeos.
(Tano)
No hay comentarios:
Publicar un comentario