En el
aquelarre de las brujas que renunciaron a la virginidad del corazón
para
entregarse a la vorágine de sombras danzarinas
resalta la
silueta de la bella princesa,
que aplaca el
hambre hemofágica de vampiros tangueros
cuyas siluetas
sí son reflejadas
por el ancho
caudal de argentosa composición.
En su
garganta, y en su mirada, y en sus manos estalla el verso,
...ese verso
aullado que posee en exclusiva
la capacidad
de hacer reventar de emoción y pasión
el sistema
circulatorio del bípedo que,
abandonando
su condición,
vistió su
cuerpo de una capa de pelo salvaje
inducido por
los susurros del resplandeciente satélite.
(Tano)
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