No rompo jamás
mi promesa,
esa que
consiste en mirar
aun con los
ojos cerrados
esa bandera que
ondea,
de noche en la
fortaleza
de mis sagradas
creencias.
No se si el
amable decreto
que por ti fuese dictado
incluye la
obligación
de demostrar mi
visión
o con el cambio
de tiempos
debo callar mi
emoción.
Sigo teniendo
tendencia
a abrirme en
canal el pecho
y destapar sin
remilgos
el frasco de
mis esencias.
Mas si tú me lo
pidieras,
que cortase la
hemorragia,
con lágrimas y
unas vendas
intentaré que
la sangre
se almacene en
mis entrañas.
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