Pagando con ríos de sangre y de bilis, mares de lágrimas y recibiendo recompensas sobradas de inmerecidos besos aprendí:
Que los números primos lo son por ser hijos de hermanos.
Que si ofreces la mano no te toman el pie, sino el anillo, el reloj y la cartera.
Que si un día abandonas las drogas no conviene olvidar el lugar en que las has dejado; por no dibujar un plano hoy me veo obligado a malvivir en sobriedad y nunca fue de mi agrado vivir como un tipo “normal”.
Que cuando se escupe apuntando al cielo el salivazo no cae en tu cara, sino en la de quien tengas al lado.
Que cuando en el otro hemisferio alguien suda, y aroman su nariz las flores, y el mismo sol está en lo alto, yo me muero de frío y el mismo agua gira al revés al desaguar el lavabo.
Que creer en la ciencia al cien por cien es otra forma de religión, mejor dicho, de secta religiosa, pues todas las religiones son sectas escindidas del culto al sol, excepto la mía, que se escindió de la Luna, pero no de esa a la que dicen que llegó un tal Armstrong, sino de la otra, de la de verdad, de la del misterio; ¿quién ha viajado a aquella estrella para saber a los años-luz que está o estaba?.
Que por volver a pillar de nuevo la misma “enfermedad” de transmisión sexual no te has de preocupar, pues el haberla tenido antes significa que se puede curar, vamos, que no es terminal, aunque en el caso de la “enfermedad” a la que me refiero es lo que se desearía.
Que no elegí ni cuando ni como nacer, y que nadie debe escandalizarse ni alarmarse si confieso que tengo bastante decidido que, salvo sorpresa, el día de mi desaparición y el modo de hacerlo lo elegiré yo.
Pido tranquilidad a quien pueda ser tan loco como para quererme, pues de momento no me corre ninguna prisa, me lo paso de puta madre desde hace muchos años jodiendoles las previsiones a los galenos.
Y para terminar un deseo:
Desearía que el tiempo que me quede de permanencia en este ajetreado sueño pudiera pasarlo tranquilamente en paz y contigo a mi lado.
Si es de tu agrado has de saber que no puedo ofrecerte ya épicas aventuras, ni lujos, ni una frenética actividad sexual, tan sólo una humilde morada, quizá muchas noches de compañía, románticos paseos, besos y caricias dados con el alma, palabras, muchas palabras, y también silencios, silencios y miradas de esos que dicen más que las palabras…aahh, y algún porrito.
Si no te complace, que sepas que cada verso de amor que leas salido de mi puño será para ti.
¡¡Eah…ya está…dicho, perdón, escrito!!.