Cuando, después de varios minutos, recuperé el sentido, todos se interesaban por ellos, yo tuve que irme deambulando perdido y solo mientras mi cuerpo se empapaba con la sangre que manaba de mi destrozada cabeza.
La gente parecía más preocupada por la vida de unos
borrachínes pendencieros que por la de un crío imberbe e irreductible con toda
la muerte por delante
(Tano)
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