Creo que el
mayor error del ser humano, y su más acusado defecto, es no ser capaz de elegir
el momento y la forma de su propia muerte.
Hasta algo tan
personal, íntimo e intransferible lo dejamos en manos ajenas.
Ella se
arrepintió,
tomó un bote
salvavidas
y regresó a
puerto.
... Él,
aturdido y vacío,
se dejó llevar
por las tempestades;
sin la mano de
ella
ni conseguiría
encontrar
la ansiada
tierra del naufragio,
ni conseguiría
hundir el barco.
(Tano)
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