Aquelarre de flor roja
en el bosque de los vasos rotos.
Una vez apurado el contenido
no existe mejor uso para los afilados cristales
que acuchillar unos pies de purpúreas uñas,
su sangre servirá de fertilizante
para la yerma vereda que conduce al mar.
Las aguas yodadas sanarán las heridas
y las blancas arenas se verán salpicadas
por la simetría
impoluta
de decenas de oscuras estrellas.
Las garras del corazón se aferrarán al amor
hasta alcanzar las cumbres espumosas
de las olas más cálidas.
Más allá de nubes y soles,
transmutada en amazona levitante
sobre su Pegaso de alas creativas,
el Hada de plateados destellos
sigue la huella de los aromas líquidos
y la expansiva onda
de sus arrebatos de pasión.
(Tano) 20.3.15
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