Aun perviven los pellejos desgarrados
de las putas que poblaron mis esquinas
y adivino en la penumbra de la noche
el apolíneo fantasma de mi ayer,
altivo proyecto de chapero cotizado
que fingió delante del espejo
ser penumbra de gastadas melodías
y cazador de pichones morfinómanos
que pagaron por lamerme los zapatos.
A veces dudo de si fueron verdaderas
todas las muertes a las que he sobrevivido,
quizá el eterno y periódico despertar
sea algo más que un patético desvarío,
quizá nunca tuve nada mío
o fue mío mucho más que lo que pensé.
Garantizo que nunca encontrareis
un crápula más degenerado,
pero juro que por sexo y por amor
solo pagué con pedazos de corazón,
con jirones de la piel que olvidaron las agujas
y con tajadas en crudo de mi vida.
A quien quiero no le toca ni dios
porque me parto la cara con quien sea,
cuando juro por mi sangre créeme,
jamás miento cuando suelto esa expresión,
abarco de hijo puta a perro dócil,
y por si acaso sentís curiosidad
por el sentir de mi alma a día de hoy,
no temo decir con claridad, que sí,
que estoy enamorado
como si fuera un colegial.
