Mensajera de a diario
que me evoca aquel aliento
de Guadiana en plenitud,
alumbrando oscuridades de viejo diestro ido a menos
que en el ensueño hace fuerza por alcanzar esa meta,
por ver de nuevo entre olés como crece su coleta.
Divinidad, piel de
seda, juventud en la maleta
y desnudez en los muslos que en torpe mano se enredan
sin perder el horizonte,
si olvidar el pasado,
siempre en zigzag por las sendas que me hacen sentirla
lejos;
pero ataca por sorpresa con un soplido de alivio
que a mi hombro me la acerca.
Agradecidos los
sabios,
y los lerdos, y los pobres,
y todos los que han mamado de sus pechos generosos,
portavoz de desahuciados y de tildados de vagos
que perdieron la ilusión a la vez que aquellos campos
que fueron su posesión.
Sin alardes ni
auto-bombo,
sin esperar nada a cambio,
tan sólo dándolo todo con un tesón sin desmayo,
dándole verde a los prados donde pacen elegidos
entre los que encontrarse es alcanzar la estrella
que yo llevo siempre puesta
aunque me pese la vida y la triste convicción
de que hay un dios que me niega
poder lograr la fusión.
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