No rompo jamás
mi promesa,
esa que
consiste en mirar aun con los ojos cerrados
esa bandera que
ondea noche tras noche
en la
estrellada fortaleza de mis sagradas creencias.
No se si el
amable decreto que por ti fuese dictado
incluye la
obligación de demostrar mi obediencia
o con el cambio
de tiempos debo callar mi emoción.
Sigo teniendo
tendencia a abrirme en canal el pecho
y destapar sin
remilgos el frasco de mis esencias,
mas si tú me lo
pidieras, que cortase la hemorragia,
con lágrimas y
unas vendas intentaré que la sangre
se almacene en
mis entrañas.
Entre tanto,
continuare acatando tus normas
y también
guardaré en tu joyero
los besos que
te debo y las espumas que robe.
(Tano) 10-2013 (actualización contextual de un
poema anterior desfasado)
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