viernes, 11 de enero de 2013

MI PASEO DE FIN DE AÑO.


Llamadme masoquista o aguafiestas si queréis  pero este ha sido mi paseo vespertino el día de noche vieja. 

 Me atraen y con frecuencia desvío mis pasos para estar un rato por allí, ya que ese camino no lleva a ningún lugar. Tal vez sea porque en alguna ocasión he estado a un paso de tener que tomarlo como hogar, siempre por causa mía, no culpo a nadie, o porque a volver a mi fría casa por una calle a medio alumbrar me parece volver a la gloria, no lo sé. 

 Y no debo olvidar decir que suele haber niños de corta edad jugando. En una ocasión uno, llenito de mocos y mugre, se me quedó mirando y me dijo con lengua de trapo: "Hola amigo". Me le habría comido a besos, pero se me paró la respiración y sentí miedo y mucho frío. No pude llorar, pero le recuerdo como si le llevara tatuado en las retinas.


Volvieron a su hogar del vertedero después de mendigar, y esto es lo que encontraron donde antes estaba su chabola.

Tomé las fotos antes de acercarme a ellos. Son reacios a aparecer en ellas y puede resultar motivo de conflicto con algunos. Además hay niños y no quería que se sintieran como monos de feria.

Junto a estas chabolas había unos niños jugando al fútbol con una pelota de goma pinchada. Al pasar al lado salieron dos mujeres. Ya me conocían de vista. Les hice un comentario acerca de lo bien que jugaba uno de los críos y les felícité el año. Me dijeron en portugués que pasara y me invitaron a un café de puchero. Había un viejo haciendo un mango para un hacha oxidada. La humedad y el olor eran nauseabundos.

Mi segunda, y probablemente mi última, casa, jajaja. Ahora sus fachadas están repletas de pancartas de protesta por los recortes sanitarios.

En el vertedero también viven multitud de gatos. Ya los conozco, y alguno me conoce y suele caminar un rato a mi lado. Este es el "capo" de todos ellos. Es enorme, parece una pantera. Yo le llamo "El Rey" del vertedero, en alusión al rey de la selva. Le debo un poema.

En estos subterráneos hace años era habitual la aparición de alguno que había dejado de fumar de forma definitiva. En unos casos por muerte violenta y en otros por muerte mísera. Hoy solo queda este junto al hospital y el incremento del paso de gente bajo la nueva autovía lo ha "civilizado". Es frecuente encontrar músicos callejeros tocando en su interior. Suele haber un negrillo que cubre casi todo el largo del pasillo, en su mitad, de cuadros pintados por él, algunos muy buenos, para intentar venderlos. Entre estos cuadros y los grafittis el pasillo adquiere a veces un aspecto realmente atractivo.

En este colegio hace no mucho jugaban niños en el recreo. Hoy ni dejan que los viejos del barrio lo apañen para poder echar la partida.

A pocos metros del vertedero de las "delicias", la ostentosidad, a mi juicio, más inhumana y rastrera. Aún así conservo la idea de que hay vida después del capitalismo.

Y más ostentosidad. Observemos el osito de la torre de la derecha, que proclama la propiedad de esta torre por parte de "Bankia", esa entidad financiera principal causante de las miserias que hemos visto, y cuyo agujero económico estamos pagando los mismos a los que no nos dejan pagar el uso del viejo colegio para disfrute de los abuelos del viejo barrio obrero.

Se llama Julian, tiene 33 años y este era su hogar en Bravo Murillo, una calle comercial de la ciudad. Hace más de dos años perdió el empleo, después fue desahuciado y después su mujer se marcho llevándose a sus dos hijos. Me permitió fotografiar su chiringuito. Le ofrecí una botella de güisqui y me dijo que no le gustaba, que prefería el vino, pero que sólo bebía de tetra-brick. Fui a un supermercado y le compré una botella de rioja, para mi compré una coca-cola (sí, esa mierda yankee). Nos sentamos en la acera y estuvimos hablando casi dos horas. Era un tío muy leído, pero había arrojado la toalla. Yo tengo una pinta que cuela bastante en ese cuadro, pero aún así la gente me miraba como diciendo: ese tío está loco o borracho, ahí sentado, hablando con ese. Desde que dejé mis adicciones jamás me había quedado con tantas ganas de poder compartir una botella de vino con alguien, lo sentí tan cercano y tan "posible". Después he vuelto a pasar un par de veces por allí, pero ha debido mudarse.

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Estas horas fueron mis últimas horas del 2012 fuera de casa. Ya sé que pensareis que hago esto con un fin de lucimiento personal, para demostrar lo sensible que soy y lo cercano que me siento a lo pobre y lo marginal, pues estáis en lo cierto, no soy más que un puto burgués demagogo, pero, ¿soy el único?.

Lo que sí os aseguro es que me resulta sumamente agradable pasear por las calles cuando estas están tristes y vacías, sabiendo que la gente está en sus casas encerrados. Las fiestas navideñas, y las tardes de los domingos fríos de resaca suelen ser buenos días para ello. Igual es una enfermedad, pero aparte de la sensación depresiva que me invade, también me asalta una fuerte sensación de paz y una tendencia a desprenderme de las preocupaciones que habitualmente me estresan.


Aaahhh, lo olvidaba, por los lugares que pasé se debió olvidar de pasar el tal "Santa Claus", pues yo no vi ninguna "Barbie" ni ninguna bicicleta nueva por ningún lado.

3 comentarios:

Yeti Barna dijo...

Vaya paseo, tío.
Un abrazooo

Huellas dijo...

Puede que no hagan falta las palabras porque las imágenes hablan por si solas, no te han hecho falta rostros por que la calle los vomita.
Puede que ahora estés al otro lado, como yo, pero cualquiera puede estar ahí, tal y como reflejas en el último hogar vacío.
Quizás tú fuiste el Santa que nunca llegó. El calor humano vale más que tanta parafernalia y tanta hipocresía.

Toda denuncia es poca Tano y por eso, aunque sin tu permiso pero con la víscera, he compartido en el Face tu "paseo", me dí de alta por fin.

Abrazos infinitos amigo.

Tano dijo...

GABRIEL, ANA, espero poder atenderos mejor en adelante.

Besos y abrazos.