Pañuelitos del adiós
en la estación Disney World,
ninguno enjuga lágrimas.
Viejo vagón que
levita,
abajo incendia las nubes
los rayos de un rojo sol,
tan rojo como el que espera
viviendo en los atardeceres tibios
de un desierto de sangre azul
y abrazos de bulerías.
Una masa de carne en
carne viva,
un alma loca que oscila
entre el grito y el desmayo,
un corazón saturado
de exceso de combustible
espera mirando arriba
que asome alguna señal
con un nudo en la garganta,
como un padre preocupado
por la demora del parto,
espera.
Al final llega el
final,
es el final de la espera,
se produce la fusión
y transmutan las sustancias,
se impone el hongo nuclear
y nada será como era,
habrá que empezar de cero,
inventar un mundo nuevo
y fundidos caminar,
y caminar,
caminar.
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