En tus labios,
fresas,
nata tus dientes
de mantis inconsciente,
de religiosa virgen,
inmaculado tu himen
de mis caricias objetivo,
de mis besos víctima
antes de mi muerte de insecto
devorado por tus fauces irredentas,
futuro pececillo
en tu estómago
nadando
y gozando.
De oro el cordón
que une tu ombligo
con la placenta del mundo;
ombligo de ojo nocturno
luminoso,
de rotaciones y ciclos,
ciclos devoradores
de mi;
yo, de matrona vocación
tan sólo mirón
por no cortarlo,
y quedármelo,
y comerlo
por llevar algo tuyo dentro.
Agarrarme a tu cuerno
en cuarto,
en creciente,
y compartir tu mundo,
besar tu vientre
y siempre susurrarte
“te quiero siempre”.
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