Verde edredón poblado de pájaros y simios,
ocultando de la Luna la húmeda corteza
por la que arrastrándose van saurios junto a ofidios,
los troncos entrelazan dos mundos en la selva.
Moradores de lo alto bullen por las copas
de árboles fundidos en abrazos de madera.
Saltan de brazo en brazo cuidando no se rompa
aquella enredadera que a la Princesa espera.
Pero hay algunas noches en que la calma estalla,
los seres se amedrentan y aguardan en silencio;
Noches de Luna Llena que alumbra la maraña,
y el cuerpo de mi Hada preparando el sortilegio.
Son miles de ramas, y en cada rama una flor;
La flor de la sapiencia y la de la cordura,
la de los bellos sueños y la de la pasión,
la flor del dulce sexo y la de la locura,
la de deshilachados trazos, que me captura
para llevarse preso mi orate corazón.
De todas estas flores va libando mi Hada,
mutada en un colibrí nervioso y colorido,
como alquimista experta lo funde con su magia
y la selva, boquiabierta, agudiza el oído.
Canciones de su boca, versos del corazón,
surge color de sus manos, ritmos de sus pies,
mirada de fuego que me acapara el amor,
y mi cabeza loca se vuelve del revés.
Plena, satisfecha, su silueta se retira,
y los bichos ocultos retoman su canción.
De las heridas lamen restos de su saliva,
y disfrutan así su frescor y su sabor.
De vuelta, en su palacio, desnuda y revivida,
digeridos los jugos, segrega sus bellezas,
que disuelven mi alma como haría la cal viva,
mientras espero, ansioso, la nueva Luna llena.
Para leerla.
Para vivirla.
( PARA VOS, PRINCESA )