Dirijo mis pasos al brillante empedrado
que algún tiempo atrás rebosaba sonidos
de pasos felices y gramática parda,
donde humo de polen nutria las almas.
Y me encuentro muertos en donde antes cantaban
tribus procedentes de sórdidos valles,
criaturas satánicas de roja mirada
que se pudren solos en esquinas blancas.
Traspasaron sus arcos en pasadas vidas
turistas albinos de dedos nerviosos,
que sacaban veloces las armas letales
con las que robaban almas en las plazas.
Hoy solo hay manadas de traicioneros lobos
rondando sigilosos por las aceras
despellejadas en parte por las patrullas
de corazones rotos por las estacas.
Vertiginoso cambio se produce en todo
cuando languidece el ojo que lo observa,
con distinta mirada, cargada de muerte,
y con la horma de la axila abandonada.
Corazón en compañía o corazón solo,
pasos vivos o de loco moribundo,
me vuelvo al arrabal donde habitan los zorros
o al mar, o al monte, este ya no es mi mundo.