Nube negra de hermosos presagios
marcados en el pecho como una cruz
de blanco pelaje,
de leves columnas marrones,
de cuencas de luz de limpio mensaje
y traviesas acciones.
Embutida en vestido de pastoreo
a tu redil conduces fantasmas
calzados de verde,
seduces sus almas, luego te pierdes
calleja abajo buscando guerra
con la silueta de aquella perra
de fuertes dientes.
¿Besos?, los justos;
¿voces?, a ratos;
¿caso?, ninguno si no apetece,
y todo el del mundo si quieres algo.
Nuevo aliciente para la casa cuando amanece
el ver que has hecho mientras dormía,
adivinando que pensarías
mientras rizabas el rizo
cambiando cosas de sitio
por no mentar otras fechorías.